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Día 9 de Enero de 2011

Ha sido un día maravilloso

Gran cancion

José Saramago

Va a entrar el primer toro, han resonado sordamente los timbales de la presidencia, es la hora. Todos miramos, ansiosos, la bocaza negra del toril. El toro entra en la plaza. Entra siempre, creo. Éste vino con alegre correría, como si, viendo una puerta abierta hacia la luz, hacia el sol, creyese que lo devolvían a la libertad. Animal tonto, ingenuo, ignorante también, inocencia irremediable, no sabe que no saldrá vivo de este anillo infernal que aplaudirá, gritará, silbará durante dos horas, sin descanso. El toro atraviesa corriendo la plaza, mira los tendidos sin entender lo que sucede allí, vuelve hacia atrás, interroga los aires, finalmente arranca en dirección de un bulto que le hace señas con un capote, en dos segundos se encuentra del otro lado, era una ilusión, creía embestir contra algo sólido, que merecía su fuerza, y no era más que una nube. Realmente, ¿qué mundo ve el toro? Estos toreros que se visten de todos los colores, que se cubren de pasamanerías y lentejuelas, que brillan en la arena como cristales preciosos, como figuras de vitral, ¿son así a los ojos del toro, o los ve él como sombras opacas, huidizas, inestables, que surgen de la nada y se esconden en la nada? Imagino que el toro vive en un universo soñado, fantasmal, cubierto de cenizas, en el que el sabor de la hierba y el olor de los pastos serán las únicas referencias apaciguadoras de un mundo vago en el que los árboles son como cortinas oscilantes y las nubes en el cielo grandes bloques de mármol, al mismo tiempo que la luz se va moviendo difícilmente hacia la noche." Y éste, además:

"El toro va a morir. De él se espera que tenga fuerza suficiente, debilidad, suavidad, para merecer el título de noble. Que embista con lealtad, que obedezca al juego del matador, que renuncie a la brutalidad, que salga de la vida tan puro como entró en ella, tan puro como vivió, casto de espíritu como lo está de cuerpo, pues virgen va a morir. Tendré miedo por el torero
cuando se exponga sin defensa ante las armas de la bestia. Sólo más tarde entenderé que el toro, a partir de un cierto momento, incluso continuando vivo, ya no existe, entró en un sueño que es sólo suyo, entre vida y muerte.